martes, 14 de febrero de 2012

La Biblioteca Inexistente (24) (Seudo Especial Deportes).




1) “The Toughest Coach There Ever Was”, por Frank Deford, o como en algún momento hubo personajes que encarnaron la norteamericanidad de una manera tan clara y precisa. Un perfil de Bull Cyclone, entrenador de futbol americano de un pueblito de mierda del sur de los Estados Unidos, el entrenador más duro y más justo que jamás existió. Es conmovedor porque encarna toda la brutalidad y la grandeza de ese país que no podemos evitar odiar.

2) “The Greatest Paper That Ever Died”, una historia oral de The National, el primer intento de diario nacional de deportes en Estados Unidos y los enormes problemas que enfrentó, desde la dificultad para cubrir los eventos deportivos en distintas zonas horarias y llegar al cierre hasta el despilfarro del dinero de su multimillonario benefactor mexicano: Emilio Azcárraga, El Tigre!

3) “The Shame of College Sports”, una de esas notas larguísimas y muy bien investigadas que acostumbra The Atlantic sobre el increíblemente injusto sistema de los deportes universitarios, sus deportistas prácticamente esclavos bajo la ficción jurídica del “estudiante-atleta”, sus decisiones totalitarias y su completa destrucción del sistema educativo superior norteamericano.

4) “On The Movie Set Of Director Ilya Khrzhanovsky’s Dau”, o como un megalómano probablemente brillante o quizás completamente loco aisló una ciudad ucraniana del resto del mundo para construir un gigantesco set en donde se vive como en una ciudad comunista de los años 50, completo con su propia policía secreta, sus sistema de multas y sus favores sexuales a la nomenklatura. Es demente, pero también suena como que podría ser absolutamente genial.

5) “A House Divided, The Crisis At L’Association”, o un recuento del punto algido del conflicto entre los ex fundadores de la editorial independiente más innovadora de Francia. Incluye asambleas, votaciones, manejos políticos, contabilidad dudosa y conflictos artísticos. Y que les sirva de introducción al nuevo The Comics Journal, que desde que está editado por Dan Nadel y Timothy Hodler es una maravilla.

6) Una entrevista con Aeron Alfrey, el genio detrás de mi blog favorito (“Monster Brains”) y un artista bastante bueno que intenta canalizar cientos de años de ilustraciones monstruosas en una sola imagen.

7) “Rock And Roll Has Nothing To Do With Lists”, los 13 albumes favoritos de Luke Haines, con comentarios como solo Luke Haines puede hacerlos, como: I only catch a glimpse of the new indie bands, but man they look like babies. You shouldn't be in a band, you should be at home! It's not a safe place! I know! Go home, don't go into this world of the music business, people will give you drugs and you only look like you're fucking 15-years-old

viernes, 10 de febrero de 2012

The Last Boy On Earth.




(una versión un poco más corta de ésta crítica apareció en la revista Haciendo Cine de enero de 2012)

Tintín es una de esas propiedades cortejadas por Hollywood hace tres décadas, ya que las peripecias del asexuado periodista belga de jopo siempre fueron una fruta apetitosa, con su promesa de atracción para chicos y grandes, sus grandes vistas, sus coloridos personajes y su sentido de la acción amable pero cinético.

Steven Spielberg fue el cineasta que siempre deambulo más cerca del proyecto, Hergé confesó ser su fan a principios de los 80s y Steven se copó con Tintín cuando le recomendaron que lea algunos de sus álbumes porque se parecían bastante a las aventuras de Indiana Jones. Ambos creadores se iban a encontrar en 1983 pero el padre de la ligne claire murió una semana antes. Esta alianza es comprensible: comparten el amor por la aventura, por el descubrimiento, por como funcionan las cosas y una mirada de niño. Durante años la película yació en el limbo con diversas versiones sobre su realización con actores, con animación o (ya en los ‘00s) con una mezcla de las dos. Finalmente en el 2006 se forjó una alianza entre Spielberg, Peter Jackson y Universal. El guión se encargó a Steven Moffat, genial guionista inglés responsable desde hace algunos años de Doctor Who. Un tipo de 100 ideas por minuto. Sin embargo, sus compromisos con Doctor Who, y los problemas de financiamiento, que dictaminaron el ingreso de Paramount en la superproducción, harían que se baje del proyecto y su guión sea re-escrito por Edgar Wright (Scott Pilgrim, Hot Fuzz, Shaun of the Dead) y Joe Cornish (Attack the Block), dos capos de la vida del nuevo cine inglés.

La verdad es que el ensamble encargado del film era una verdadera bala de cañón de talentos, tipos imaginativos pero a la vez amantes de los géneros y personajes clásicos con los cuales trabajan. Las expectativas para la película eran altas. Y nos complace anunciar que “Las Aventuras de Tintín: El Secreto del Unicornio” es casi perfecta. Es una bola de nieve, en la cual Tintín encuentra una pista en la primerísima escena y nunca para, en donde la acción y lo detectivesco se encadenan para crear curiosidad continuamente; de una manera tan fluida como el manejo de la cámara de Spielberg, que atraviesa paredes, alumbra vistas, juega con las perspectivas y el punto de vista de una manera virtuosa. Al lado de ello, los eventos se agrandan, las escenas de acción, que comienzan con la gracia del slapstick, se vuelven verdaderas piezas gigantescas, coreografías a lo largo de ciudades enteras (un amigo me comentó que Spielberg filma sus persecusiones de ese modo incansable porque tiene un trastorno de ansiedad, cosa que tiene bastante sentido).

La animación, esa mezcla de actores y computadoras, funciona muy bien y, al menos para este par de ojos, se escapa muchísimo del famoso “uncanny valley” donde los personajes animados nos asustan porque son parecidos a nosotros (por otro lado: ¿tiene sentido hablar todavía de “uncanny valley” cuando los juegos de videos actuales y masivos tienen gráficos que cada vez se asemejan más a la realidad de la carne?). No son los dibujos de Hergé, por supuesto (y habrá puristas que odiaran que los ojos de Tintín no sean dos puntos) pero tampoco es la dureza de “El Expreso Polar” o “Beowulf”. Es algo intermedio, plástico, expresivo y caricaturesco. Nick Frost y Simon Pegg como Hernandez y Fernandez son un hallazgo y Jamie Bell logra el equilibrio entre entusiasmo, inocencia y determinación que necesita un buen Tintín. Pero Andy Serkis se roba el show con un Haddock con grandes puteadas y que es el verdadero protagonista. Hasta logran un Milú con peso dramático propio, no un prop que de ternura y simpatía a la audiencia.

Es una película que logra rescatar la aventura cinematográfica clásica (no en vano se parece bastante a las buenas Indiana Jones) pero con tecnología moderna. Algo asombroso es que transcurre en un espacio geográfico reducido (Francia-Marruecos). Y en ese pequeño lugar hay de todo, desiertos, ciudades, mares, aviones y barcos; uno jamás se siente aburrido y más de una vez mira con asombro la pantalla. Cuando pensábamos que ya no había nada más que se nos pudiera mostrar, cuando los tanques de verano están editados de tal modo de que cada X cantidad de minutos algo aún más asombroso asoma y eleva las apuestas a niveles estúpidos (una ciudad devastada por robots, cientos de dragones saliendo de un castillo, un Kraken) hasta que nuestro cerebro estalle por sobrecarga, una película como Tintín nos muestra que solo hace falta amor a la búsqueda, a la curiosidad y a los desafíos para que un periodista de jopo (que no es Jimmy Olsen) nos haga sentir como niños de nuevo. 

lunes, 6 de febrero de 2012

Jóvenes y Eternos



- Hace unos días Agustín me pasó este link de knoryourmeme, sobre la canción de la pantalla “Moon” del Duck Tales, el juego de Pato Aventuras para Nintendo. Me contaba que ese tema le re gustaba, y que se había vuelto super popular y había covers del tema por todos lados. Recuerdo haber jugado un par de veces al Duck Tales, lo había alquilado, creo que nunca lo pude terminar. Recuerdo que era un gran juego, muy variado y con buena música. Encontré la canción en youtube y la escuché. Era obvio: me la acordaba de memoria. Y es buenísima.



- No estoy descubriendo nada nuevo: Hace unos años que la movida chiptune y la nostalgia por estas canciones de las consolitas de 8-bits se hizo muy fuerte, especialmente para los de nuestra generación que se criaron entre estos juegos con sus canciones, condimentando todas sus tardes de nintendo, galletitas y chocolatada. La banda The Advantage se dedica hace un tiempo a hacer esto: Covers de los temas más icónicos de los juegos 8 bits, Contra, Zelda, Dragon Warrior, en plan rock instrumental. Y sí, tocan el “Moon Theme” del Duck Tales, ante esta reacción del público:


(la gente hace coros como si fuese un toque de El Mató!)

- A partir del re-descubrimiento de esta canción me puse a revivir otras canciones, como por ejemplo la intro del Mega Man X, que siempre pareció genial. La escuché de nuevo y me sigue gustando mucho, en ese plan medio power-metal-terraja-ochentoso y esos sintetizadores que hacen de guitarras eléctricas. No puede ser más heroica. Luego seguí con la música de uno de mis juegos favoritos de toda la vida: El Final Fantasy VI. La música de la saga Final Fantasy y otros juegos de Square fue siempre excelente, y este juego particularmente resaltaba en su banda sonora, super extensa, con más de 30 canciones compuestas sólo para él. Me las acordaba todas de memoria, pero lo que más me llamó la atención fue que los arreglos, las progresiones de acordes, todas esas cosas, siguen estando en toda la música que a mi me gusta y escucho. O sea, me di cuenta de que mis gustos musicales realmente habían sido moldeados y esculpidos luego de haber escuchado estas cancioncitas miles y miles de veces. La banda sonora del Final Fantasy había sido de mi música favorita cuando era niño.

- Por ejemplo, este tema con "guitarra acústica" y arreglos de flauta y oboe, me sorprende lo delicado y bien armado que está, y el relevo de instrumentos. No me daba cuenta en esa época de lo bien construido que estaba. O tal vez sí. Otros temas del Final Fantasy me recordaban en varias partes a cosas de Post-Rock, o música instrumental electrónica que luego iba a escuchar, cosa que jamás hubiese asociado, pero tiene sentido.

(otros ejemplos: este tema en la mitad del juego donde se pudre todo, la del continente flotando que es super interesante, la del bosque fantasma, y la del mundo destruido en la segunda parte)

- ¿Se acuerdan del primer tema que les gustó cuando eran muy chicos? Mi primera canción que recuerdo fue “The Final Countdown “de Europe. Casi recuerdo la primera vez que la escuché, en la casa de la madre de mi medio hermano, o algo así, era un apartamento frío e incómodo, y sonaba esa canción en la radio, tenía 3, 4 años, y quedé fascinado. Recuerdo unos años después grabarla en casette y escucharla todo el tiempo. La llamaba “Chaucha” (“..is a faainaaal chaauchaaa!..”). No voy a decir que me sigue encantando esa canción, pero siempre me va a caer muy simpática. Y parece que siempre me gustó la música grandilocuente, exagerada y pegadiza.


(pongo este video sólamente porque JAMAS lo había visto en mi vida hasta AHORA, y tal vez no soy el único. Ah, y es maravilloso)

- Todo esto me hace acordar a una entrevista a los Daft Punk, a la salida del “Discovery”, donde comentaban que el concepto detrás del disco era tratar de hacer esa música que les gustaba de niños, toda exagerada y cheesy y colorinchuda. Uno cuando es niño no tiene ningún filtro, y la reacción con la música que uno tiene es totalmente visceral: Te mueve o no. Es súper simple. Y lógicamente de ahí vienen todos esos temas románticos hiper futuristas con solos de guitarra a lo Van Halen con 9000 notas por segundo y procesados con MIDI, asi como otros arreglos tan grasas como lindos.


(a los 3:09 empieza la locura)

Hay como una tendencia de alejarse de esos gustos tan “básicos” que uno tenía de chico, y aunque quedarse en el pasado y seguir curtiendo toda tu vida tu música de la adolescencia me parece una porquería, hay cierta sinceridad y cosa "saludable" en volver a escuchar esas primeras cosas que uno escuchó, y darse cuenta de que son parte de uno. Tiene más que ver con un tipo de goce más simple y primitivo, sin conexiones o análisis hechos en el medio. Ahora puedo escuchar el “Moon Theme” y decir que me gusta y también decir porqué me gusta, por la progresión, la melodia, los sonidos. Pero cuando estaba en tercero de escuela y jugaba al Duck Tales, no sabía absolutamente nada, mis “gustos” supuestamente no existían y la cancioncita me encantaba igual. Volver a escuchar estas cosas es un pequeño viaje a otro momento donde veíamos las cosas de una forma más simple, ingenua y más feliz. Un viaje que no tiene porqué cambiarte vida, pero como mínimo puede ser de lo más interesante.